Viernes, 17 de febrero
Un pobre mendigo llamó a la puerta de la casa de un señor pidiéndole pan. Con vergüenza de tener un mendigo en su casa, el dueño le hizo pasar y lo llevó a la parte trasera de su casa, a un sitio bien aislado de la misma.
Como era muy religioso, él quería que el mendigo rezase antes de comer. Por eso le dijo al mendigo:
Repita conmigo: ‘Padre nuestro’. El mendigo dijo:
Padre suyo.
¿Por qué dice usted ‘Padre suyo’ en vez de Padre nuestro?, preguntó. El mendigo le respondió diciendo:
Bien, si yo dijese ‘Padre nuestro’, esto nos haría hermanos, hijos del mismo Padre. Y estoy seguro de que a Dios no le gustaría ver a un hijo suyo llevando a su hermano a un lugar escondido para darle un pedazo de pan.
Hoy, Señor, en nuestra oración de familia te decimos:
Sentir a los otros como hermanos nos hace ser mejores y que el mundo sea más humano. Que nos nos avergoncemos de ayudar a los demás sabiendo que somos cristianos. Te lo pedimos, Señor.
Y no olvides que este domingo
Jesús te espera en la celebración de la Eucaristía.
Vívela con tus amigos y participa en el coro,
porque “Cantar es rezar dos veces”.