Jueves, 12 de diciembre

Buenos días. Hoy una entrañable historia.


Se acercaban los días de Navidad, tiempo para que los niños  de un orfanato escucharan por primera vez, la historia tradicional de Navidad.

Les contamos como María y José llegaron a Belén. No encontraron albergue en la posada y la pareja se fue a un establo, donde nació el niño Jesús y fue puesto en un pesebre. Durante el relato de la historia, los niños estaban asombrados mientras escuchaban. Terminando la historia, les dimos a los niños tres cartulinas para que construyeran un pesebre.


Los huérfanos estaban ocupados montando sus pesebres, mientras yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban ayuda. Parecía ir todo bien hasta que llegué a una de las mesas donde estaba sentado el pequeño Fruela. Podría tener alrededor de 7 años y ya había terminado su proyecto.


Cuando miré en el pesebre de este pequeño, me sorprendió ver no uno, sino dos bebés en el pesebre. Enseguida le pregunté al chico porque había dos bebés en el pesebre. Cruzando sus brazos y mirando a su pesebre ya terminado, empezó a repetir la historia muy seriamente. Para ser un niño tan pequeño contó el relato con exactitud… hasta llegar a la parte donde María coloca el bebé en el pesebre. Entonces Fruela empezó a agregar. Inventó  su propio fin de la historia diciendo:


“Y cuando María colocó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar donde ir. Yo le dije, "no tengo mamá y no tengo papá, así que no tengo donde quedarme. Entonces Jesús me dijo que me podía quedar con Él. Pero le dije que no podía porque no tenía regalo para darle como habían hecho los demás. Pero tenía tantos deseos de quedarme con Jesús, que pensé qué podría darle de regalo.

Así que le pregunté a Jesús, “Si te mantengo caliente, ¿sería eso un buen regalo?”

Y Jesús me dijo, “Si me mantienes caliente, ese sería el mejor regalo que me hayan dado".

Así que me metí en el pesebre, y entonces Jesús me miró y me dijo que me podría quedar con El… para siempre.”


Mientras el pequeño Fruela termina su historia, sus ojos se llenaban de lágrimas que les salpicaban su cara. El pequeño huérfano había encontrado alguien quien nunca lo abandonaría, alguien quien se mantendría con el PARA SIEMPRE.




En nuestra oración de familia te decimos:

Gracias Jesús por venir a nuestra casa. Gracias por poder estar a tu lado. Gracias por ser nuestra familia. Por todo, gracias Jesús.